Desde hace mucho tiempo siempre me han interesado las cosas de la vejez es decir de los viejos (mayores). Me han sido y me son simpáticos, aunque comprendo que son el a b c de quienes se dedican a los estudios sociológicos. Pero mi veneración por los viejos y por los ancianos –años más o años menos- no es solamente por los han hecho sino por lo que le quedan por hacer; si en su juventud lucharon por las ideas y sentimiento del pueblo, todavía siguen luchando para educar a los jóvenes en una vida nueva que está llena de perjuicios sociales.
No me explico la inactividad, la pasividad o la indiferencia de algunos, el hombre por muy viejo que sea debe de mantenerse en una intranquilidad, ellos saben que son la savia de la senectud, que es lo que hace que la sociedad se mantenga, digamos, a una temperatura normal, es más, podemos decir que son los que atemperan los desmanes de la misma.
Tampoco me puedo explicar a esos mayores de asilos sin nada que hacer o bebidos por el sol en la resolana, necesitamos viejos jóvenes que luchen por una razón de ser ya que ellos son la madre del saber, de la civilización y de la cultura.
Ahora que la ciencia trata de alargar –ya es un hecho- la vida del hombre, creo que deberían de buscar que un joven y un anciano se entiendan de verdad ya que al mundo le sobra energía atómica y le falta energía humana, pues se habla mucho del medio social, como si la sociedad no fuese otra cosa que el conjunto de individuos que la componen; busquemos el entendimiento entre jóvenes, maduro y viejos aunque para eso tengamos que quemar el banco de los jubilados.
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