2011年4月20日星期三

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Otra forma de evaluar

La prueba escrita debe ceder lugar a instrumentos alternativos de evaluación

Alejandro López Solórzano Asesor de matemática del MEP

11/03/2011

Un estimado docente narró la siguiente historia: "Cecilia era una de mis mejores estudiantes, resolvía todos los ejercicios del pizarrón, participaba en todas las lecciones, hacía siempre su tarea, pero cuando le ponían por delante un examen, su mente quedaba en blanco. Los nervios colapsaban, la vista se le nublaba, y luego, una terrible migraña la hacía llorar por horas.

Decidí realizar un experimento educativo con la estudiante, algunos colegas matemáticos y mi persona. Entramos a un aula vacía, y le solicitamos a la estudiante, que resolviera una cierta ecuación en la pizarra y que luego la explicara. Minutos después, la ecuación estaba resuelta y la explicación era perfecta.

Le planteamos más y más problemas algebraicos, y uno a uno eran resueltos por Cecilia, sin cometer el más mínimo error. Luego de reflexionar por un rato, como educadores, especialitas en matemática y jurado calificador, llegamos por unanimidad a las siguientes conclusiones: Cecilia merecía la máxima calificación, y además, el examen tradicional no le hacía justicia".

Calificaciones. La prueba escrita, como instrumento básico de evaluación individual y promoción académica, surge principalmente de dos fuentes: teorías administrativas mecanicistas y psicología conductista. En lo referente a la administración, sucedió que a principios del siglo XX, las teorías de Frederick W. Taylor proponían que cada cierto periodo de tiempo, mediante libretas y relojes, las habilidades de los trabajadores debían calificarse numéricamente, individuo por individuo.

Un obrero que producía cuarenta pantalones por hora, al estar por debajo del promedio general de setenta pantalones, sería despedido al instante. Si sobrepasaba el promedio establecido, llegando a producir ochenta pantalones por hora, recibía algunas bonificaciones salariales, junto con las maldiciones de sus compañeros trabajadores, pues los obligaba a todos a superar la cuota diaria de producción, lo cual, en muchos casos, resultaba imposible para los obreros más lentos.

Por otro lado, la evidencia más fuerte de la presencia de la psicología conductista en el sistema educativo, es el punto. Por ejemplo, es común ver a la maestra anunciar, que el primer niño en resolver la temible división con comas y decimales, obtendrá un "punto extra". Los niños se apresuran a solucionar el ejercicio, compitiendo entre sí por el suculento premio: un "más uno" escrito en alguna esquina del cuaderno. El premio ofrecido, es simplemente lo que el psicólogo conductista llamaría estímulo. La recompensa es asociada con una determinada respuesta o conducta. Esta asociación de estímulos con respuestas, el conductista la llamara aprendizaje.

Para ilustrarlo mejor, suponga que el objetivo del docente es lograr que sus estudiantes distingan entre milésimas y centésimas. Cuando el estudiante aplica la prueba escrita, encuentra en dicha prueba, una serie de problemas relacionados con ese objetivo. Si los resuelve todos correctamente, recibe puntos que refuerzan la conducta esperada. Un bajo puntaje significa lo mismo que un pobre aprendizaje. No obstante, en lugar del aparente aprendizaje, lo que sucede en realidad es una asociación memorizada, que lleva a una conducta mecánica, para la cual no hace falta razonar.

Métodos alternativos. Se conoce un interesante ejemplo, de cómo el ser humano adapta sus capacidades individuales al desempeño del grupo del cual forma parte: la persona que tartamudea, al cantar con otras personas, canta con normalidad. La prueba escrita debe ceder su privilegiado lugar a instrumentos alternativos de evaluación grupal, como los proyectos de investigación de problemas sociales, para los cuales, los estudiantes trabajando en equipo, apliquen lo aprendido en el aula y planteen soluciones reales correlacionando conocimientos de distintas asignaturas.

La actividad del grupo está por encima de la actividad individual, y esto resulta evidente cuando observamos que los logros más importantes alcanzados por la sociedad actual son el producto de muchos individuos trabajando en forma simultánea y con un mismo propósito. Construir un rascacielos, ejecutar una sinfonía, trasplantar un corazón, rescatar mineros atrapados, e incluso, derrocar un dictador, requieren que las personas aprendan a funcionar como grupo y no como individuos. Evaluar que realmente lo hagan es lo que verdaderamente importa.

Esta carta publicada en La Nación, en su versión digital, da un ejemplo del proceso enseñanza-aprendizaje.  En el caso de Cecilia, en la clase de matemática, la prueba escrita tradicional le causaba inconvenientes y aún cuando tenía todo el conocimiento para desarrollarlo, no lograba el desempeño esperado. 

La alternativa que toman los docentes, de realizarle una evaluación diferente, le permite demostrar su conocimiento de la materia.  Ella requería un método distinto, que le permitiera desarrollar su capacidad. 

El proceso de desarrollo de metodologías alternativas de evaluación requiere mayor dedicación de los docentes, un proceso de adaptación de los estudiantes y en algunos casos hasta de los padres de familia y estructuras administrativas de las instituciones, ya que rompe en alguna medida con los esquemas tradicionalistas de enseñanza.

Es importante desde la psicología educativa propiciar en los docentes y en la comunidad educativa en general la creación de espacios de aprendizaje que permitan aprovechar las capacidades de los diferentes participantes en el proceso enseñanza-aprendizaje.

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